Mónica Esparza Patiño.
Juan era
un niño al que le encantaba ayudar a los demás, tenía un espíritu muy positivo
y siempre
encontraba una solución a cualquier problema que se le presentara. Se pasaba
todo el día viendo quien andaba en problemas y sin que le pidan su ayuda se
ofrecía a ayudar.
Un día
llegó a su casa de la escuela y le dijo a su papá:
- Que
afortunado que soy papito, puedo ir a la escuela y aprender algo diferente cada
día.
- Y que
has aprendido hoy
- Que
debemos ir en busca de nuestras metas y no olvidarnos nunca de quienes no
tienen
nuestras
mismas oportunidades.
Su padre
sonrió con orgullo por la respuesta de su hijo, le dio un fuerte abrazo y
le dijo:
- Yo
estoy muy orgulloso de ti Juan, porque desde niño ya conoces el significado de
la verdadera felicidad, dar sin esperar recibir, y tu siempre estas dispuesto a
dar mucho amor, por eso es que tienes tantos amigos y todos te quieren a donde
vas.
-
Pero,
papi me gustaría ayudar a muchos niños como yo que no pueden ir a la escuela a
aprender a leer.
-
Juan
aunque eres aun muy pequeño se que encontrarás la forma de ayudar a muchos
niños como tu y que aprenderán a leer, de eso no tengo dudas.
Juan se
fue contento al jardín y se echó a descansar apreciando el bello atardecer y
las inmensas nubes de color blanco que parecían algodones de azúcar que
flotaban en la inmensidad del cielo.
Las
observó con atención y vio formas de animales diversos, vio un cocodrilo, un
alce y una gaviota en lo alto del cielo y se le ocurrió una idea. Haré
historias sobre los animales y como ellos con positivismo superan cualquier
obstáculo en sus vidas, pues estoy convencido de que quien es positivo
alcanza todo lo que se propone.
Pronto,
las historias de Juan y sus animales recorrían todo el pueblo pues eran muy
bonitas
y
llevaban grandes mensajes para todos. Los niños muy pequeños querían aprender
a leerlas. Así también los ancianos que no habían aprendido a leer se
esforzaban por hacerlo.
En el
pueblo todos leian las historias y compartían el positivismo de Juan en cada
hogar y
a donde
quiera que iban. Ya nadie era pesimista, sino por el contrario vivían con
optimismo
y mucha
alegría.
Pronto,
en el pueblo no había nadie que no supiera leer y tuviera ganas de aprender.
Juan
estuvo
muy contento por haber ayudado a tantas personas y entendió que en la vida
cuando
uno más ayuda más grande tiene el espíritu.
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