viernes, 26 de abril de 2013

Un mensaje de paz de una madre a sus hijas





Un mensaje de paz de una madre a sus hijas

Mónica Esparza Patiño.

Había una vez una señora muy buena que le encantaba hacer felices a los demás y llevar mensajes de esperanza a los corazones desesperanzados. Un día la señora les preguntó a sus pequeñas hijas como sería vivir en un mundo de paz.

Las pequeñas respondieron a la vez: Si todos somos buenos con los demás viviremos en paz.

La madre les explicó que la paz se sembraba en el corazón de la gente cuando con un gesto amable se les ayudaba.

Las niñas al crecer empezaron a recorrer el mundo ayudando a la gente más necesitada, a amigos que sufrían lejos y cerca de ellas.

Pronto el mensaje de su madre llegaba a todos lados y cruzaba ríos y mares.

Cuando la mamá fue anciana sus hijas se preocupaban de ella todo el día y antes de partir al cielo ella les preguntó:

-          Creen queridas hijas que he sido una buena madre con ustedes.

Las dos contestaron en coro:

-          Te amamos mamá, has sido una muy buena madre, muy cariñosa, una gran amiga y sobre todo nos has inculcado desde pequeñas a vivir en Paz y a ayudar a los demás a que encuentren la verdadera paz, la espiritual, la que solo Dios te puede dar, cuando uno se preocupa más en ayudar al prójimo.

 

La madre cerró los ojos, con su corazón rebosante de felicidad de saber que sus hijas habían comprendido que la paz la podemos vivir en la tierra cuando ayudamos a los demás.

 

El niño positivo

El niño positivo


Mónica Esparza Patiño.

Juan era un niño al que le encantaba ayudar a los demás, tenía un espíritu muy positivo

y siempre encontraba una solución a cualquier problema que se le presentara. Se pasaba todo el día viendo quien andaba en problemas y sin que le pidan su ayuda se ofrecía a ayudar.

 

Un día llegó a su casa de la escuela y le dijo a su papá:

- Que afortunado que soy papito, puedo ir a la escuela y aprender algo diferente cada día.

- Y que has aprendido hoy

- Que debemos ir en busca de nuestras metas y no olvidarnos nunca de quienes no tienen

nuestras mismas oportunidades.

Su padre sonrió con orgullo por la respuesta de su hijo, le dio un fuerte abrazo y le dijo:

- Yo estoy muy orgulloso de ti Juan, porque desde niño ya conoces el significado de la verdadera felicidad, dar sin esperar recibir, y tu siempre estas dispuesto a dar mucho amor, por eso es que tienes tantos amigos y todos te quieren a donde vas.

 

-          Pero, papi me gustaría ayudar a muchos niños como yo que no pueden ir a la escuela a aprender a leer.

-          Juan aunque eres aun muy pequeño se que encontrarás la forma de ayudar a muchos niños como tu y que aprenderán a leer, de eso no tengo dudas.

 

Juan se fue contento al jardín y se echó a descansar apreciando el bello atardecer y las inmensas nubes de color blanco que parecían algodones de azúcar que flotaban en la inmensidad del cielo.

 

Las observó con atención y vio formas de animales diversos, vio un cocodrilo, un alce y una gaviota en lo alto del cielo y se le ocurrió una idea. Haré historias sobre los animales y como ellos con positivismo superan cualquier obstáculo en sus vidas, pues estoy convencido de que quien es positivo alcanza todo lo que se propone.

 

Pronto, las historias de Juan y sus animales recorrían todo el pueblo pues eran muy bonitas

y llevaban grandes mensajes para todos. Los niños muy pequeños querían aprender a leerlas. Así también los ancianos que no habían aprendido a leer se esforzaban por hacerlo.

 

En el pueblo todos leian las historias y compartían el positivismo de Juan en cada hogar y

a donde quiera que iban. Ya nadie era pesimista, sino por el contrario vivían con optimismo

y mucha alegría.

 

Pronto, en el pueblo no había nadie que no supiera leer y tuviera ganas de aprender. Juan

estuvo muy contento por haber ayudado a tantas personas y entendió que en la vida

cuando uno más ayuda más grande tiene el espíritu.

Mumu la vaquita cantora


Mumú la vaquita cantora


 
 
Mónica Esparza Patiño

 

En una granja vivía mumu una vaquita muy grande con enormes manches negras

a la que le gustaba cantar bajito mientras la ordeñaban.

 

Ella era muy feliz cantando y movía las patitas de arriba a abajo y de

derecha a izquierda siempre bailando.

 

Sin embargo, ningún animal la podía escuchar porque se melodía la entonaba

bajito a propósito para que nadie la oyera.

 

Un día una paloma que hizo su nido cerca de la granja pudo escuchar a mumu

cantar:

 

- mumu que divertido es vivir bailando y disfrutar la alegría de jugar cantando.

 

La paloma no lo podía creer, era la canción más linda que había oído jamás,

pues tenía mucho ritmo.

 

Era tan bonita que sus pajaritos bailaban dentro de su cascarón al compás

de la música.

 

De inmediato se le acercó y le dijo:

 

- Mumu, por qué escondes tu dulce voz.

- Es que soy un poco tímida, respondió escondiendose.

- Pero vale la pena vencer la timidez, hazlo y verás que bien te va.

- tu lo crees.

-Claro que si, estás privando a todos de escuchar tu linda voz.

-Está bien así lo haré.

 

Un día cuando el gallo Paco cantó como de costumbre su kikiriki temprano, mumu

lo acompañó en su canto a viva voz.

 

De todos lados venían animales admirados por tan linda melodía y

la felicitaban con aplausos:

- Mumu cantas muy bien.

- Deberías despertarnos tu con tu lindo canto, le dijo el cerdo.

 

Al que no le dio mucho gusto fue al gallo Paco al que nadie felicitó.

 

El gallo cogió sus maletas y se fue lejos de la granja pues pensó

que ya nadie lo necesitaba allí, ahora tenían a su vaquita cantora.

 

Mumu se puso muy triste y corrió en busca de su amigo a quien le dijo:

- Por favor no te vayas, tu canto es muy valioso para nosotros, nos encanta

oirte cantar cuando sale el sol.

- Estas segura.

- Si, todos queremos que vuelvas.

 

Paco regresó a la granja y cantó en compañía de mumu quienes fueron muy

felices llevando alegría a los corazones de todo los animales del mundo.

 

Los plumones de Juan

Los plumones de Juan




Autora: Mónica Esparza Patiño.


Juan era un niño que siempre estaba contento y al que le encantaba pintar

con plumones.

 

Un día su mamá notó que sus plumones estaban muy gastados y quiso

darle una sorpresa a su hijo comprándole unos plumenos gruesos.

 

Cuando Juan llegó a su casa le dijo su mamá:

 

. Toma hijo, espero que te gusten,

- Gracias mamá, son los plumones más lindos del mundo.

. Puedes pintar todo lo que quieras con ellos mi tesoro.

 

De pronto, a Juan se le ocurrió que podía pintar las paredes de su casa con

plumones, pues su madre le había dicho que pintara lo que quisiera.

 

- Pintaré un arociris por acá y un sol para que mamá esté feliz.

 

Juan estaba muy emocionado pintando por todos lados, así sentía que le daba vida a las paredes de la casa y con tanto color su madre se pondría muy contenta y orgullosa de el.

 

Cuando su mamá llegó a la casa se dio con una ingrata sorpresa,

todas las paredes de la casa habían sido pontadas por Juan con sus

plumones nuevos.

 

- Juan, lo llamó muy disgustada.

- Te gusta mamá, era una sorpresa.

- Como has podido hacer eso.

- Pero mamita, me dijiste que podía pintar lo que quisiera.

- Me refería a que lo hicieras en un papel.

- Lo lamento mucho mamá, lo arreglaré te lo prometo.

 

Juan se puso a limpiar las paredes con agua y jabón.

- Ahora si está como antes.

 

Cuando su madre volvió se llevó una gran sorpresa, todo estaba como antes.

- Gracias hijo lamento haberme enfadado contigo.

- No te preocupes mamá.

- Juan tengo una idea, que te parecde si pintas tu habitación como quieras.

- Estás segura.

- Si hijo, así podrás plasmar toda tu alegría y amor.

- Gracias Mamá.

 

jJuan abrazó a su mamá y entendió que ella lo alentaba siempre a desarrollar su arte y que ponerle límites era importante para su desarrollo personal.

 

Dónde está el abuelo


Dónde está el abuelo
 
Mónica Esparza Patiño
 
Rodrigo era un niño muy inocente y amoroso, quien vivía con sus padres y todas las tardes

lo venía a visitar y a llevar al parque su abuelo para volar su cometa por el cielo azul.

 

El era muy feliz en compañía de su abuelo con quien disfrutaba conversando sobre su vida pues era

muy ameno y gracioso. Su abuelo compartía con el la alegría de vivir y siempre le contaba historias sobre su vida, las que eran muy emocionantes para Rodrigo.

 

- Abuelo, como quisiera volar como mi cometa.

 

- Algún día todos volaremos por el cielo, solía decirle su abuelo.

 

- Tú crees.

 

- Estoy seguro Rodrigo.

 

Una tarde de otoño Rodrigo se acercó a buscar a su mamá en la cocina y la encontró muy triste.

 

- Qué te sucede mamá, le preguntó confundido.

 

- El abuelo se ha ido hijito.

 

- ¿A dónde?, le preguntó con curiosidad.

 

- Al cielo.

 

- Y cuándo regresa el abuelo.

 

- Cuando reciba sus alas de ángel, respondió su mamá.

 

- Que bueno mamá, entonces el abuelo será el ángel que me cuidará desde el cielo.

 

Rodrigo se dirigió a su cuarto y mientras miraba por la ventana a los pajaritos volar con sus pequeñas

alas, se le ocurrió una gran idea.

 

- Haré mis propias alas de papel, se dijo con entusiasmo.

 

Empezó a recortar el papel de su cometa que tanto apreciaba y una vez que terminó, las colocó

en sus brazos y empezó a correr.

 

- Mamá, mira ahora estoy listo.

 

- ¿A dónde vas con esas alitas?

 

- ¡Al cielo a visitar al abuelo!

 

Su mamá se enterneció por la respuesta inocente de su hijo y le dijo:

 

- Mira Rodrigo, en esta vida cuando nos llega la hora de partir si nos portamos bien y nos amamos los unos a los otros, como tu abuelo lo hacía, vamos directo un lugar muy bonito donde cada uno hace lo que más le gusta y hay alegría y paz y a ese lugar le llamamos cielo.

 

- Yo quiero ir al cielo mamá.

 

Si, pero la vida aquí en la tierra también es muy hermosa y para todo hay tiempo, hasta para partir.

 

- ¿Eso quiere decir que no voy a poder estar junto a mi abuelo?

 

- Con tu abuelo siempre vas a estar porque el vive en tu corazón.

 

- Tienes razón mamá yo siempre lo voy a querer.

 

- ¿Y cómo sabré que ya está en se lugar bonito y está feliz?

 

- Cuando escuches sonar las campanas.

 

Ese día al medio día sonaron las campanas de la iglesia del pueblo y Rodrigo abrazó a su madre

de felicidad al saber que su abuelo estaba bien y feliz, y que desde el cielo los veía y cuidaba.

 

 

El osito Rufus


.El osito Rufus

 
Mónica Esparza Patiño.

En un bello jardín se encontraba el pequeño Rufus, un osito panda muy travieso, al que le encantaba descubrir cada día algo diferente. Un día quiso alejarse un poco de su hogar en las montañas pues quería conocer un gran circo.

Su madre le había advertido muchas veces que en la vida no todo es color de rosa pues su especie estaba en peligro y no debía de alejarse demasiado.

 Sin embargo, Rufus tenía muchas ganas de ir pues había escuchado que los circos eran mágicos, y que podría ver al hombre más fuerte del mundo, malabaristas, equilibristas y domadores de leones.

 De pronto vió un cartel del circo con una flecha a la derecha:

 

-          Ya llegué, este debe ser el gran circo, que emoción, se dijo.

 

Cuando lo vieron otros animales trataron de advertirle del peligro diciéndole:


-          No te acerques, si te ven no podrás escapar.

-          ¿A qué se refieren?, preguntó.

-          Nosotros no estamos aquí por nuestra voluntad.

-          Pero yo quiero ver el espectáculo y la magia del circo.

-          Mejor regresa a salvo con tu famila y da marcha atrás.

Rufus fue capturado y encerrado en una celda, lo querían para que sea parte del espectáculo del oso. Rufus estaba muy asustado y solo quería volver a casa.


 

Poco a poco fue aprendiendo a hacer equilibrio en la cuerda floja, la gente llegaba con mucha emoción para ver a al osito rufus hacer sus piruetas.

 

Un día el encargado del circo al ver la carita del osito notó que estaba muy triste y le dio tanta pena que dejó la reja abierta a propósito para que pueda huir.

 

Rufus salió disparado y pudo regresar sano y salvo a su casa en donde su madre muy feliz lo recibió con todo su amor. Rufus aprendió que uno siempre debe de seguir los sabios consejos de la gente buena.

Suertudo y yo

Suertudo y yo

Mónica Esparza Patiño.

Víctor era un niño muy bueno que vivía en un puerto lejos de la gran
ciudad. Tenía una casa muy grande con unos techos altos y bellos, que
le hacía pensar que vivía en un castillo.

Un día su mamá le pidió que vaya a darle zanahorias a los conejos, a
el le aburría hacerlo pero pronto empezó a divertirse con ellos
haciendo trucos de magia.

Sucedió que de tanto jugar empezó a notar que todos los conejos eran
diferentes, algunos grandes, otros pequeños, unos gordos y otros
flacos. Pero uno de ellos le llamó mucho la atención pues tenía una
oreja para arriba y otra doblada. Le gustó tanto que le puso suertudo.

Jugaga a diario con suertudo el que rápidamente se convirtió en su
amigo y en su conejo favorito.

Los otros conejos celosos de la suerte de suertudo le dijeron que la
amistad con Victor se acabaría pronto, pues cuando el fuera un mago
famoso ya no le serviría, pues jamás lo pondría en su show por sus
orejas disparejas.

Suertudo se fue lejos y Victor sufrió mucho su pérdida. Su padre lo
consoló y le dijo: No te preocupes, el volverá, cuando damos amor a
nuestros amigos ellos siempre regresan.

Pasó el tiempo y un día mientras Victor jugaba en un parque vio que un
arbusto se movía y un rabito se podía ver por el costado. Encontró
para su sorpresa un conejo muy grande y hermoso con una oreja parada y
otra doblada:
Suertudo, le dijo gritando de emoción, volviste, sabía que vendrías.

Víctor abrazó a su amigo y suertudo se convirtió en su estrella en su
show de magia, aprendió que cuando uno encuentra un amigo, la amistad
es para siempre.


Quiny y Charlot


Quiny y Charlot
Mónica Esparza Patiño

Quiny era una perrita muy buena y engreída a la que sus amos querían,
vivía en una casita de madera muy especial. Ella se sentía amada y
feliz, hasta que un día llegó Charlot, una perrita pequeña adoptada
por la familia para que le haga compañía.

Quiny se enfureció al saber que iba a tener que compartir todo con
Charlot, desde su casa de madera, sus huesos y comida. Pero poco a
poco dejó de renegar y fue más amable.

Un día Charlot le dijo:
- Sabes, soy muy feliz viviendo contigo Quiny, eres muy especial, te
quiero tanto que quisiera que tu fueras mi mamá.

Quiny se extrañó mucho, no pensó jamás que Charlot la quisiera tanto
en tan corto tiempo y al ver la sinceridad de Charlot la quiso más que
a nadie, y desde aquel día la trató como a la hija que nunca tuvo.

Comprendió que cuando uno da amor a los demás este siempre trae bienes mayores.

Pelusa una osa graciosa


Pelusa, una osa graciosa
 
Mónica Esparza Patiño


Había una vez una osa muy graciosa llamada Pelusa, a quien le
encantaba llevar alegría y diversión a todas partes. Los animales del
bosque la querían mucho y siempre le decían:
- Pelusa, con tu alegría contagiante has cambiado mi vida.
- Pelusita, que feliz me haces cuando te ríes así.

Pasaban los años y pelusa se quedaba igualita, no envejecía ni
aparecían en su rostro arrugas, tampoco se enfermaba, al contrario,
era muy sana y tenía mucha energía.

Todos estaban extrañados con Pelusa y no se explicaban cual era el
secreto para la juventud eterna.

Un día pelusa haciendo sus muecas y bromeando como siempre les comentó
entre risas y carcajadas.

- Saben por qué yo siempre sigo igual y no envejezco.
- No sabemos, dijeron todos en coro.
- Lo que pasa es que yo siempre estoy alegre y la alegría es el
alimento para el alma que se refleja en mi juventud, así mismo, es la
mejor medicina para mi cuerpo por lo que ando bien de salud.

Desde aquel día todos los animales empezaron a imitar a Pelusa y en el
bello bosque todos vivieron jóvenes y sanos con desbordante alegría en
sus corazones.

 

Las tres palmeras


.Las tres palmeras

Mónica Esparza Patiño


En un extenso desierto vivían tres palmeras hermanas que de pequeñas
eran muy alegres y amigables. Sucedió que un día se empezaron a quejar
de todo lo que les pasaba, se aburrían del día a día y ya no tenían
más ilusión por la vida.

Si era verano se quejaban del calor y si era invierno del frío. Un día
la luna salió y de tanto escucharlas les habló:
- Por que mejor no se dejan de renegar y empiezan por apreciar la
belleza que hay a su alrededor.

- A qué te refieres, preguntaron las palmeras.

- A que si uno valora la belleza de vivir en armonía con lo que nos
rodea podrán vivir en paz y ser muy feliz. Recuerdan cuando eran
pequeñas, vivían al máximo sus días y el día se les hacía corto. Eran
muy divertidas y se las ingeniaban para jugar y reír de todo.

Las tres palmeras movieron sus hojas como aceptando el consejo y desde
ese día no volvieron a quejarse, sino más bien sonrieron más a menudo
y fueron felices viviendo en el desierto muy unidas.

La luz de tu corazón


La luz de tu corazón

Mónica Esparza Patiño

Había una vez una niña llamada Lulu que le tenía miedo a la oscuridad.
Todas las noches llamaba a su mamá para que la acompañara, y su mamá
se trasnochaba para que ella estuviera tranquila.

Un día le dijo.
- Hijita, por qué me llamas tanto, sabes que tengo sueño y despertarme
todas las noches me pone de mal humor.

- Lo que pasa es que tengo mucho miedo mamá.
- A qué le temes, le preguntó su madre intrigada.
- A la oscuridad, le dijo Lulu.

Pues no debes de temer. Sabes, tu tienes una luz interna muy poderosa
y está justo en el medio de tu corazón. Esa luz es producto de todo el
amor que sientes, por mi, por tu papi y tu hermana. Si piensas en esa
luz, ya nunca más sentirás temor.

Lulu vio mucha luz en su habitación a media noche y se puso feliz al
saber que la luz de su corazón alumbraría su vida para siempre.